La Asertividad como Puente para Relaciones Saludables

En el ámbito de las relaciones interpersonales, una comunicación adecuada y productiva desempeña un papel fundamental. Sin embargo, este tipo de comunicación no suele ser la norma, pues a menudo adoptamos estilos comunicativos que no resultan óptimos y nos pueden alejar de los objetivos que deseamos alcanzar.

Uno de estos estilos inadecuados de comunicación es el pasivo, que implica callar para evitar conflictos. Aunque en el corto plazo parece esta una buena solución, al dejar de decir aquello que nos incomoda se impide que se lleven a cabo los cambios necesarios para mejorar la relación y se termina por producir un daño personal, pues se siguen repitiendo patrones dañinos. Por otro lado, está el estilo agresivo, que involucra manifestar nuestro malestar sin considerar el impacto de la forma en que lo decimos en la otra persona, lo cual va a generar que la otra persona se ponga defensiva y pueda reaccionar de forma inapropiada, perjudicando aún más la relación.

Como una alternativa saludable a la pasividad y a la agresividad se encuentra la asertividad. La asertividad permite expresar sinceramente nuestras opiniones sin descuidar la relación. Esta habilidad contribuye al bienestar personal y fomenta la armonía en las interacciones interpersonales, siendo una piedra angular para relaciones más saludables y constructivas. Cuando nos expresamos de forma asertiva podemos transmitir nuestro mensaje de forma adecuada, favoreciendo una conexión saludable con los demás.

Para ser asertivos, es crucial centrarnos en lo que pensamos o sentimos en lugar de enfocarnos en las acciones o inacciones de la otra persona. Cuando dirigimos nuestra atención hacia nosotros mismos, la probabilidad de que la otra persona empatice con nosotros y comprenda nuestras experiencias aumenta. Evitar hablar directamente sobre la otra persona puede reducir sus barreras defensivas y facilitar una comunicación más efectiva y comprensiva.

Aunque reconocer la importancia de la asertividad es sencillo, ponerla en práctica puede resultar todo un desafío. A menudo nuestras emociones dificultan la expresión clara de nuestras ideas. En ocasiones, el miedo nos lleva a quedarnos en silencio, creyendo erróneamente que evitar una discusión es la mejor opción para evitar problemas. Por otro lado, el enojo puede nublar nuestro juicio, llevándonos a expresarnos de manera inadecuada.

Para cultivar la asertividad, es esencial reflexionar sobre la idea central que deseamos transmitir y evaluar si nuestra forma de expresarla nos acerca o aleja de nuestros objetivos. Cuando las emociones están excesivamente alteradas, es beneficioso tomarse un tiempo para calmarse, relajarse y reflexionar. Aun así, es importante destacar que este tiempo no debería emplearse como una excusa para eludir conversaciones difíciles, ya que estas son fundamentales para mejorar las relaciones interpersonales. Esas conversaciones difíciles, llevadas a cabo de forma asertiva, puede resultar desafiante, pero, aunque no sea una garantía de solución al conflicto, es el único camino que puede producir un progreso significativo a nivel interpersonal.

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